Pequeña Gran Crisis.
Inocencia:
Observaba
mi reflejo en el espejo del baño. Un reflejo que ya no reconocía.
Era una persona extraña mirándome, una persona que había cambiado
y no era una niña pura y limpia que yo conocía. Era yo, pero a la
vez no lo era. Para aclararlo, había empezado la pubertad. Ese día
me estaba mirando en el reflejo observando los bultos en mi cuerpo,
que antes no tenia. Mi estomago inflado de niña pequeña se había
ido , estaba plano. Pero lo que mas me fascinaba era lo que me daría
forma y me completaría como mujer en un futuro. Eran bultos pequeños
que tenía esa persona que ya no era yo.
Vamos,
lo que llamaban pechos. Pequeños bultos que pronto crecerían. Era
un enlace entre yo, y el resto de las mujeres. Esos pequeños bultos
que veía ya no me hacían pura, andrógina. Me definían a mi a la
vez que a mi cuerpo. Si crecían mas debía de taparlos cuando fuera
a la piscina o a la playa, por que ya no eran inocentes.
Pensareis
que es una forma absurda y deprimente de ver ese cambio que todas
pensáis es bonito. Yo también creo que sea bonito en cierto
sentido, pero no tranquilo. Es un cambio que todas sufrimos y no
disfrutamos.
Todo el
peso que conlleva llevar esos pequeños bultos son décadas de
complejos femeninos que durante la historia, han destrozado miles de
vidas y atormentado nuestra mente, por lo que entenderéis que no
este del todo cómoda con ese cambio.
Es
cierto que cuando miraba los bultos que eran mis pequeños pechos, me
sentía orgullosa. Estaba haciéndome mayor, lo suficiente mente mayor
como para llevar sujetador y parecerme mas a mis hermanas y sus
amigas. Me daba cierta estima que esos bultos significaran el bonito
ciclo que iba a empezar.
Tras
meses observándome en el espejo, cambio tras cambio deje de sentirme
tan bien. Por que los bultos ya no estaban solo en el pecho. Tenia lo
que las revistas llamaban, cartucheras: caderas prominentes. La
barriga plana y desinflada ya tenia un pequeño saco que los famosos
llamaban grasa o chicha (porque eso suena mejor). Mi inocencia
desapareció junto con mi primer pensamiento de... Que gorda estoy.
Esas
frases que acompañan a todas las mujeres, día a día. Que destruye
a algunas y que atormenta a otras. Esas frases nos arrancan la
auto estima y aceptación por ser como somos.
Lo que
todas hemos sufrido y seguimos sufriendo son los vergonzosos rastros
de que nuestro cuerpo esta cambiando. A los ojos de los hombres y de
las mujeres debemos ser igual de puras que de niñas, pero pareciendo
mujeres.
Es
decir, todo lo que conlleva parecer mujer debemos ocultarlo.
¿Que a
qué me refiero? Pues, casi todas hemos sentido vergüenza cuando nos
viene la regla, por ejemplo, sin saberlo y aparecen pequeñas manchas
de sangre seguido de pánico para que nadie se entere. Nos
avergonzamos si olemos mal. Sufrimos intentando ocultarlo, para que
los compañeros de clase y amigos no se enteren. Estamos tan
acomplejadas que no celebramos el cambio y nos torturamos por el.
Todas sentimos vergüenza cuando levantamos la mano en clase y
sudamos como cerdas por las malditas hormonas.
Todas (o
casi todas) gastamos dinero en productos que nos ocultan esas
imperfecciones que produce un desconfort con nosotras mismas. Yo me
incluyo.
Sentirse
bien con sigo misma, ocultando esas molestias es mas fácil que vivir
con ellas. Te sientes mas segura, y limpia. Te acompaña esa
sensación de que vuelves a ser como de niña. Pura y limpia.
Calculo
que tras el primer año de pubertad ya me acomodé a esos cambios,
pero seguía ocultándolo. Seguia acomplejada de mi cuerpo. Aceptaba
el cambio pero no me acostumbraba a él.
Hay
mujeres, chicas adolescentes, que se sienten a gusto con su cuerpo en
todo momento. Yo aspiro a ser como esas mujeres. En ved de
preguntarles por que, deberíamos preguntarles ¿como? !Como lo
hacen¡
Cuando
tenía 13 o 14 años, mi cuerpo diferente ya era visible para todos.
Y ya no
soy la que era durante esos 13 o 14 años. Cambié. Otra vez.
Es obvio
que los cambios son buenos y necesarios, pero no los hemos echo
fáciles. A las mujeres se nos han impuesto estigmas que nuestro
mismo genero impone.
Cuando
estamos solas en el cuarto de baño observando nuestro cuerpo, a
solas con tu cuerpo y tu mente nos hacemos infernales preguntas.
¿eso
debería estar ahí? ¿me sobra un poco de esto? ¿ no parece que
esto es mas pequeño que lo otro?
Yo sola
en mi baño rastreando mi cuerpo de los pies a la cabeza,
deteniéndome en cada imperfección.
Cuando
ya no podía mas, me vestía y apartaba la mirada. Estaba triste por
que sabia que no había vuelta atrás. Me sentía débil.
Débil
es una palabra que me suena a insulto, mas que todos los que se
inventaron a lo largo de los años- débil es una palabra que odio.
No solo era la palabra, era el sentimiento que lo acompañaba. A los
largos años de análisis de mis inseguridades, los acompañaban
recurrentes crisis de identidad. A esas crisis les acompañaban
cortes de pelo desastrosos, música rock and roll, y una raya de ojos
negra. Esa fase que el 50% de las adolescentes sufren, que después
de unos años vemos en fotos y nos morimos de vergüenza. Pensamos
¿que se nos pasó por la cabeza para hacer esas tonterías?. Me reía
al ver las fotos, pero también sabia que lo hacia por los mismos
motivos por los que seguía cambiando ahora. Quiero volver a cambiar.
Conocerte
e a ti misma es un proceso que dura toda la vida. Se clasifica en
“personalidad” y “sexualidad”. La personalidad, en mi
opinión, se modifica a lo largo de nuestra existencia, pero se
supone que esa ultima, la “sexualidad” se descubre en los años
de pubertad. Yo se
que no es del todo cierto, al menos no para tod@s.
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